Espiritualidad Manquehuina

El MAM

El Movimiento Apostólico Manquehue es una comunidad de cristianos laicos que quieren vivir en profundidad el sacramento del Bautismo en la espiritualidad que fluye de la Vida y de la Regla de San Benito y en comunión filial con el obispo católico diocesano.

El cultivo de la amistad espiritual

La amistad es el fundamento de Manquehue, es lo que caracteriza a este Movimiento. Esta amistad se vive en tres niveles: amistad con Cristo (cuyo modelo es San Juan Apóstol), amistad en Cristo (amistad espiritual) y amistad por Cristo (amistad abierta a la comunidad y con misión en común).

Un Movimiento Eclesial

Para sus integrantes es fundamental buscar la comunión con Iglesia Universal: con el Santo Padre, con todos los obispos, con los diferentes carismas y estados de vida dentro de la Iglesia, es decir, con todo el Pueblo de Dios.

Esta comunión la encuentran a través del obispo diocesano, y se expresa en la escucha atenta del Magisterio de la Iglesia y de las orientaciones del obispo y mediante la participación de sus miembros en las instancias diocesanas.

Buscan vivir el criterio que les fue entregado por el Cardenal Silva Henríquez: “unidad en lo fundamental, diversidad en lo accidental, y en todo caridad”.

Un Movimiento Benedictino

Es benedictino porque sus miembros descubren en la Vida y en la Regla de San Benito un camino para realizar su vocación a vivir plenamente su Bautismo. En su Vida encuentran las manifestaciones de la vida nueva de Cristo, y en su Regla una guía práctica para la organización de la comunidad.

La Oración en Manquehue

Siguiendo la Regla de San Benito la oración del Movimiento, tanto comunitaria como personal, toma dos formas complementarias que son la lectio divina y la liturgia de las horas.

La lectio divina (“lectura divina” o “lectura de Dios”) es una forma especial de leer la Sagrada Escritura y de encontrarse en ella con Jesucristo.

La Liturgia de las Horas es la oración pública y oficial de la Iglesia. Mediante esta celebración constante los miembros del Movimiento van consagrando para Dios cada momento de sus vidas y, al mismo tiempo, ven penetrados y transfigurados todos sus quehaceres y situaciones por la Eucaristía.