HISTORIA

El monasterio de San José de Mallín Grande fue fundado el año 2001 por una pequeña comunidad del Movimiento Manquehue, en tierras donadas por Luz y Gracia Cosmelli. Ubicado en la ribera sur del lago General Carrera, en la XI región de Aysén, a 300 km al sur de Coyhaique, San José nació como una respuesta a la inquietud de fundar un nuevo espacio de formación y evangelización.

Todo comenzó el verano de 2001, cuando algunos oblatos y jóvenes empezaron a arreglar lo que más tarde se conocería como “San Beda”, que originalmente era un puesto gaucho. En mayo de ese mismo año se produjo la instalación definitiva, de la que fue parte fundamental la visita al obispo del Vicariato Apostólico de Aysén, Luis Infanti, para contarles acerca del nuevo proyecto y vivir la eclesialidad que siempre ha caracterizado al Movimiento. Mientras tanto, ese semestre en Santiago se empezó a invitar jóvenes a la experiencia de formación por cuatro meses, que consistía en vivir la Lectio Divina, el Oficio Divino, la vida comunitaria y el trabajo -los cuatro pilares del MAM- en un esquema de vida sencillo ordenado por la Regla de San Benito.
Tres ex alumnos fueron los primeros en aceptar aquella primera invitación, y después de ellos, ya han pasado más de 200 jóvenes. Además, cerca de 1500 alumnos han participado de retiros por 10 días en San José, experiencia que han tenido alrededor de 300 profesores y adultos.

El 2003 de fundó Santa Hilda, la casa de formación de mujeres, y desde ahí -y gracias a la creación de un Plan Maestro- se han construido dos casas para matrimonios, se arregló la casa fundacional, actualmente disponible para retiros de grupo y se construyó una nueva casa San Beda. Además, se ha trabajado en los caminos de acceso y todo el aspecto ornamental del Monasterio, avanzando también en poder auto sustentarse mediante chacras, huertos e invernaderos.

Aunque han habido cambios físicos, luego de más de 20 años desde su fundación, en San José sigue siendo, en esencia, lo mismo, un espacio para Dios, un lugar donde se le da el espacio para manifestarse, ya que es un lugar de encuentro con El, donde todo se ordena para dejar que Dios sea Dios, y para que las personas puedan escuchar y ver sus manifestaciones; es un lugar donde existe el espacio para la oración, con una incondicional fidelidad a la lectio y al Oficio; es un lugar de intensa vida comunitaria, viviendo con lo más básico y dejando que la Regla de San Benito nos enseñe a amar y formar verdaderas amistades en Cristo; y un lugar privilegiado de formación Manquehuina.

“Me di cuenta de que muchas cosas habían cambiado, pero la esencia de San José sigue siendo exactamente la misma. Una comunidad tremendamente sencilla, conscientemente desconectada de la vorágine de lo cotidiano. En la naturaleza y con una gestión autosostenida, se logra un encuentro muy especial con Dios”. Luego de 20 años, Macario Valdés (B99), uno de los primeros en vivir la experiencia de formación en San José, volvió de visita al Monasterio.