El día 21 de noviembre de 2002, en la fiesta de la Presentación de la Santísima Virgen María, Mariana Echenique Braun, Macarena García Silva (B93) y Andrés Cabello Escobar fueron recibidos en la comunidad de oblatos. La misa se celebró en la capilla del Colegio San Lorenzo y fue presidida por el capellán del Colegio San Benito, padre Hugo Oteiza, quien en su homilía destacó: “el fruto más significativo de vuestra celebración, llena de historia en el espíritu de san Benito, promesa de nuevos miembros laicos, plenamente eclesiales, en torno al obispo diocesano. Esta celebración, la más significativa, es como ha sido y será en torno a la Eucaristía, fuente de vida litúrgica y santidad apostólica. Es aquí, donde nacen los nuevos hermanos oblatos a proyectar lo que Dios ha querido, para la salvación de toda la humanidad”.
Mariana Echenique Braun: “Dar gracias porque en estos veinte años de camino he conocido y experimentado el amor de Dios; camino de reconocerme: “hija amada”, y reconocer sus innumerables manifestaciones a través de toda mi vida; gracias a mi familia y a tantas personas en la comunidad que me han dado testimonio de amistad, perseverancia y entrega. Años en que he ido aprendiendo a desconfiar de mi mirada y confiar en la mirada amorosa de Dios que me sorprende. Gracias por la comunidad que me vuelve al amor de Dios en la lectio, el oficio, la decanía y por enseñarme a ser Iglesia. Por experimentar una y otra vez “que no he visto frustrada mi esperanza” (RB 58,21)”.
Macarena García Silva (B93): “Adelante, casa de Jacob, Caminemos a la luz de Yahvé” (Is 2, 5). Me llegó mucho esta lectura en el contexto de los 20 años de mi oblación, han sido 20 años caminando en la luz del Señor, 20 años de gozo, de paz, de comunidad y amistad en el Señor en esta comunidad de Manquehue. Le doy gracias por caminar conmigo y le pido seguir adelante avanzando en su luz, en su vida y en la vocación que me ha regalado”.
Andrés Cabello Escobar: “Han pasado 20 años desde mi oblación y, al igual que toda vocación, mi vocación fue movida por el amor. Desde niño fui alcanzado por el amor de Dios y no pude hacer otra cosa sino responder. Recibí el regalo, un don inmerecido, descubrí que mi vida era parte de su plan; Dios llenó mi vida de sentido y decidí correr la aventura de buscarlo y seguirlo por el camino del Movimiento. Como toda experiencia de amor, no se calcula, no es algo perfectamente planificado, sino que es asumir un camino que no sabes dónde te llevará, y en qué terminará, lo que acontecerá, si se tendrá la fuerza necesaria. Durante estos 20 años he caminado en fe, con luces y sombras y con el regalo de una comunidad de hermanos, que me han acompañado y sostenido en momentos de fragilidad. Al mirar el camino recorrido, solo puedo decir y exclamar con el salmista: “¿Cómo podré pagar al Señor todo el bien que me ha hecho?” (Sal 116, 12)”.