Una noche del año 651, un joven pastor del norte de Inglaterra miró hacia el cielo y vio algo que cambiaría su vida para siempre: el alma de un hombre santo era llevada por un carro de fuego al cielo y recibida con coros de ángeles y mucha alegría. El joven pastor, cuyo nombre era Cutberto,
conmovido por tal visión, se dijo: “Yo quiero ser como ese hombre”. Después se enteraría que esa misma noche había muerto en Lindisfarne el padre fundador del monasterio del lugar: el santo obispo Aidano. Cutberto, dejando todos sus bienes y queriendo imitar al santo obispo, se hizo monje
en el monasterio de Melrose, casa-hija de Lindisfarne. Allí, destacó por su devoción, santidad y celo en las prácticas del monacato celta: los ayunos y las vigilias. Al morir su amigo y prior Boisil, el monasterio lo eligió a él como superior de la comunidad. Luego sería nombrado prior de Lindisfarne
y posteriormente, en el año 685, sería nombrado obispo. Su celo misionero mezclado con el permanente anhelo de la soledad y la oración lo convirtieron en el santo más venerado del norte de Inglaterra incluso hasta nuestros días.