Hasta el domingo 17 de octubre un grupo de 8 jóvenes; acompañados por tutores y Roberto Ávila, oblato de Manquehue y Director de Tutoría del CSL, vivieron un retiro de encuentro con el Señor en San José de Mallín Grande. Los hombres se hospedaron en la Casa San Columba y las mujeres en el Puesto San Agustín de Canterbury. Preparado especialmente para ellos, dentro del cual también pudieron compartir con el resto de las personas que viven en el Monasterio. Roberto Ávila: “El día transcurría sin que lo notamos y en la tarde el cansancio era siempre evidente. Lo más destacado, la sobremesa extensa con temas muy variados, los espacios de silencio, desde la levantada hasta el fin de laudes, el trabajo en el bosque, invernaderos y campo, las conversaciones cortando leña, la recreación en la noche con juegos casi ridículos. En fin, muchos descubrimos la simpleza de vivir y pasarlo bien con lo mínimo, sin TV o radio, mejor con una guitarra; sin WhatsApp o Instagram, mejor una conversación; sin las mejores tenidas, mejor el overol o las pantuflas. Creo que fue una experiencia que por un lado nos mostró lo esclavizados que estamos y también lo simple que puede llegar a ser la vida y que es mucho mejor la comunidad que el individualismo”.
Sofía Cabezas: “Mi semana en San José fue algo inolvidable, las personas de allá fueron súper acogedoras, aprendí muchas cosas, entre ellas trabajos, pensamientos, experiencias. Sentí la manifestación del amor de Dios en todas las personas de la comunidad con la que fui y de la comunidad de San José”. Ignacio Meyer: “Esta experiencia para mí fue un momento donde de verdad encontré a Dios, cuando estaba en camino a San José iba con una mentalidad de turista, pensando en conocer el lugar, puerto guadal, cerro castillo y más. Pero al pasar de los días comencé a sentir la presencia de Dios en todo momento, en todo y en todos, al momento de escrutar, de rezar intermedias, al trabajar, al hacer comunidad. También tuve la oportunidad de conversar con gente con la que no hablaba, de conocer a aquellos que no conocía tanto, a compañeros de curso, compañeros de viaje y tutores. Fue una comunidad genial, amigable, divertida y unida. Andy Pereira: “Una buena experiencia, donde sales de tu zona de confort para estar al servicio de la comunidad. Aprendes muchas cosas sobre el trabajo, oración y la vida en comunidad, además terminando este tipo de retiro es como que cambias de energías a buenas vibras. Teniendo tiempo para conocer gente y conocer tu lado espiritual. Sofía Pino: “Bueno para mí la experiencia fue una gran oportunidad de conectar conmigo misma espiritualmente, además de conocer un estilo de vida muy diferente y personas muy alegres que te marcan, ya que la manera en la que ven la vida es única e inigualable. Con la comunidad que fuimos se hizo un vínculo muy bonito y recuerdos inolvidables, recomiendo demasiado ir a la experiencia para sentir el amor y paz que transmite y te da san José. Isaías Rodríguez: “Este viaje para mí fue una experiencia la cual me hizo encontrarme con Dios y conmigo mismo. Gracias a la comunidad conocí a más personas, trabajar me hizo tener un ambiente de tranquilidad y concentración. Hacer lectio personal me ayudó a tener más inspiración a dibujar cosas más de la naturaleza con ese increíble paisaje de la cordillera a lo lejos. Amira Navarro: “La ida a San José fue una experiencia muy reconfortante y bonita, me di cuenta de que la felicidad puede nacer de cosas muy sencillas, esta instancia me permitió compartir con personas por medio del trabajo en equipo y me dio la posibilidad de crear y fortalecer amistades mediante la oración y la vida en comunitaria. Me quedo con todos los momentos compartidos, especialmente el paseo al lago (al juan se le quemó el cortaviento) y la conversación que tuvimos las mujeres en la casa Santa Hilda, que me dejó como aprendizaje que no sacamos nada con centrarnos solo en nosotros mismos y no estar dispuestos ayudar y aportar a la comunidad. “Los sembrados en tierra buena son aquellos que oyen la palabra, la acogen y dan fruto. (Mt 4, 20)”. Darlyn Soto: “De la experiencia en San José me quedo con todo cada momento de felicidad, servicio al otro, y con las amistades nuevas que hice. Nunca imagine llegar a hacer amigos en tan solo siete días ya que yo soy muy vergonzosa y no me suelo dar con las personas, pero esta vez fue diferente llegue a Santiago con nuevos amigos con momentos inolvidable sobre todo la sobremesa que hacíamos todos los días, era la mejor parte de estar allá eran literalmente pura risa todo el rato. Me gustó harto trabajar en diversas cosas y copuchar de vez en cuando, también fue impresionante escuchar los testimonios de las mujeres de la casa Santa Hilda y la espiritualidad de cada día que trataban de temas llamativos e interesantes. Fui totalmente feliz en ese lugar junto a los que trabajé y conviví. Muchas veces sirve despejarse y desconectarse de lo “común” y mirarse cara a cara para conocerse uno a otros”. Pedro Venegas: “Para mí la experiencia en San José fue una experiencia llenadora, increíble y muy agradable para poder desconectarse, pero a la vez conectarse con uno mismo. El trabajo diario con personas que eran externas a mi círculo normal y diario fue algo increíble que nunca pensé hacer. Ser parte de una comunidad que se formó de manera natural con tiempo y trabajo es algo que me alegra haber vivido en carne propia. La vez que fuimos a la cima de la montaña del árbol wacho, fue una sensación inigualable que nunca había sentido. Una que nunca había experimentado y repetiría otra vez. Sólo sentía tranquilidad observado desde las alturas, con el lago a la derecha, la cordillera al frente, y más montañas a la izquierda. Me quedo con el versículo de Juan 11, 1-44 “¿No tiene el día doce horas?” Si uno anda de día no tropieza, porque ve la luz del mundo. Pero si uno anda de noche tropieza, porque no hay luz en él”.