Entre los días 12 y 31 de enero una delegación del MAM participó en la JMJ, que tuvo como lema
“He aquí la sierva del Señor, hágase en mí según tu Palabra” (Lc 1, 38). Estuvo conformada
por 18 personas: 15 alumnos y 3 encargadas. Alejandra Aguirre (Profesora CSA), una de las encargadas, nos comenta: “Durante casi 20 días conocimos parte de Panamá y tuvimos la oportunidad de formar comunidad entre nosotros, fortalecer nuestra fe y compartir la alegría de ser Iglesia. Desde el 16 al 21 vivimos la Semana Misionera en Escobal, Colón. Fuimos testigos de una acogida conmovedora y en el que pudimos compartir la fe con la comunidad local con jóvenes de otras partes del mundo. La Jornada, que se desarrolló en Cuidad de Panamá, la vivimos como una verdadera fiesta. El lema estuvo presente en la oración, las espiritualidades y el mensaje del Papa. Escuchamos con claridad una invitación a decir “Sí” al Seño, a abrazar la vida como viene, con toda su fragilidad y pequeñez, a no posponer proyectos que impacten positivamente el mundo, porque los jóvenes no son el futuro, son el presente. Asimismo, nos recordó que solo lo que se ama puede ser salvado, que debemos salir al encuentro del otro, tal como lo hizo Jesús”.
Catalina Cubillos (A12) nos cuenta que “fue una experiencia maravillosa de comunidad, amistad, oración, misión y encuentro. Un privilegio redescubrir a María como un ejemplo a seguir, que da lo mismo vivir en el siglo XXI en un mundo materialista y de igual manera poder decir Sí a Dios y a su plan perfecto. Fue impresionante el anuncio que nos dio el pueblo en Escobal; amor, cariño y acogida. Vieron, en nosotros, al Cristo que está dentro y nos recibieron como dice el evangelista Mateo sobre el juicio final. Bailamos, cantamos, rezamos, hicimos amigos. La acogida del pueblo panameño fue una de las cosas que más nos estremecieron. En Ciudad de Panamá participamos de catequesis, misas, encuentros con el Papa Francisco y con los demás jóvenes de distintos países, colores, realidades. Las palabras que escuchamos, nos abrieron el corazón, nos abrieron al amor de Dios; ya fuera, en los momentos de Lectio Divina o en la comunidad. Fueron experiencias de amor, de este amor que transforma, porque Dios habló con fuerza que es Él quien efectivamente puede salvarnos, regalarnos el amor perfecto, en definitiva, nuestra salvación”.
Nicole Boizard (A12): “Fue impresionante como al tiro formamos una comunidad. A medida que el resto del grupo iba llegando al hotel en distintos días, la comunidad iba evolucionando, íbamos creciendo en número pero también en energía y entusiasmo. Entre el turismo por la Ciudad de Panamá y los ánimos de todos los panameños que nos tocaban las bocinas en señal de apoyo y acogida, nos fuimos empapando del espíritu de la jornada.
El 16 de febrero, cuando ya la comunidad estaba completa, partimos a Colón Kuna-yala, donde vivimos la semana misionera. Llegamos a la escuelita y los niños nos estaban esperando vestidos con sus trajes típicos y nos bailaron y acogieron como nunca. Durante esa semana estuvimos viviendo con familias, con las que pudimos compartir y conocer. La comunidad de allá y todos los voluntarios nos trataron con un cariño infinito, se preocuparon de cada detalle y lo pasamos increíble con los niños y familias y el resto de peregrinos de otros países con los que compartimos esa semana.
De vuelta en Ciudad de Panamá participamos de catequesis y actividades donde nos seguimos adentrando en el lema que propuso el Papa: “He aquí la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra”. Tuvimos la misa con toda la delegación chilena en la Iglesia del Carmen que fue muy potente. Había mucha gente y fue muy emocionante bailarle cueca a la virgen y reconocer tantas caras chilenas reunidas por el mismo motivo. También participamos de la Feria de las vocaciones, donde pudimos darnos cuenta de las múltiples congregaciones y movimientos de Iglesia que existen y de las muchas vocaciones a las que podemos aspirar. Tuvimos un espacio de adoración al Santísimo con el padre Cristóbal Fones, que cantaba canciones llenas de significado, de amor y que invitaban a la escucha y a la reflexión.
Finalmente, el 24 de enero pudimos recibir al Papa Francisco, quien nos dirigió algunas palabras de bienvenida. La cantidad de gente era impresionante, y estábamos con algunas alumnas que era mejor mantener alejadas de tanto tumulto, por lo que, al día siguiente, nos ubicamos en una plaza que contaba con pantallas desde las que seguimos el Vía Crucis. Tuvimos otro espacio de adoración al santísimo. Fue muy profundo. Después siguió un festival de música cristiana donde conocimos al grupo de “Las siervas del Señor”, y al Padre Rob Galea, quienes, desde su rol de consagrados y al mismo tiempo desde su pasión por la música, nos mostraron a un Dios “prendido”, un Dios amoroso y alegre, un Dios que escucha y responde, un Dios presente. Fue muy bacán.
El 26 partimos temprano al Campo San Juan Pablo II, donde sería la vigilia, para no tener problemas con el mar de gente y agarrar un buen espacio en el campo. Todo resultó increíble y, alegres, esperamos la aparición del Papa. El día nos acompañó mucho, porque estuvo mayormente nublado, por lo que no sufrimos ningún desmayo ni cosas parecidas. Matamos el tiempo jugando cartas, durmiendo y leyendo. Hasta que anunciaron al Papa móvil. El ambiente era expectante y de mucho ánimo y alegría. Las palabras que más me llegaron del Papa fue que “sólo lo que se ama puede ser salvado”, que “donde hay una comunidad que acompaña siempre se puede empezar de nuevo, porque una comunidad da pertenencia, te da identidad, te anima a comenzar los proyectos”. Fue muy llenador y fue una experiencia increíble velar con toda esa cantidad de gente y después dormir realmente bajo las estrellas. Al día siguiente nos despertamos por los animadores y nos preparamos para recibir nuevamente al Papa. En la misa, hecha en varios idiomas, lo que más me llegó de la homilía fue el llamado que nos hizo a no creernos demasiado jóvenes para hacer las cosas y cumplir nuestros sueños, que nosotros no somos el futuro, sino el presente. Somos el ahora de Dios. Y nos hizo un fuerte llamado a decirle sí al Señor, al igual que lo hizo María.
Luego de la jornada tocaron días de descanso en comunidad donde pudimos recrearnos con el turisteo. Visitamos El casco viejo de Panamá, Panamá Vieja, el Zoológico, el Parque Metropolitano y la Isla de San Blas, donde Dios se nos siguió manifestando a través de los paisajes, la naturaleza, los animales, la cultura y la gente, y sobre todo a través de la vida comunitaria, siempre impregnada por la lectio, la amistad y el oficio”.