Una promesa es la respuesta a una vocación, a un llamado de Dios que se manifiesta en el encuentro con Jesucristo en su Palabra. Es un acto de fe “por el cual el hombre se entrega a Dios como a la única fuente de su salvación. Tiene su fundamento en la veracidad de Dios y en la fidelidad a sus promesas y en su poder para cumplirlas” (cf nota Rm 1, 16). Al hacer una promesa, el miembro del Movimiento busca responder a la vocación o al llamado que Dios le da, y de esta manera encuentra la paz. Una paz fundada en la Roca que es Cristo, fuente de toda realización y estabilidad; uniéndose a la comunidad del Movimiento tanto física como espiritualmente.
Es un paso en fe, comprometerse públicamente para responder al llamado de Dios en el camino del Movimiento, buscando un lugar concreto para vivir su Bautismo. La necesidad de una comunidad y de personas que quieran vivir el mismo espíritu, hace que la persona quiera comprometerse formalmente a responder este llamado.
Es un compromiso mutuo entre la persona que la hace y la comunidad del Movimiento que la acoge, con obligaciones y derechos que van definiendo su forma de relacionarse.
Siguiendo la Regla de San Benito, lo que esencialmente se promete es:
Obediencia, que es adherirse libremente al designio salvador de Dios que se manifiesta en su Palabra, en la enseñanza de la Iglesia y en cada una de las circunstancias de la vida.
Estabilidad, consiste en unirse a la comunidad tanto física como espiritualmente y perseverar en esa unión a través de todas las dificultades que puedan sobrevenir.
Conversión de costumbres es un acto siempre renovado de apertura a la acción del Espíritu Santo que pone en las personas el querer y el obrar según la voluntad de Dios.