El Movimiento es benedictino porque sigue a san Benito. La Regla de San Benito, escrita por él mismo, y la Vida de San Benito, escrita por el Papa san Gregorio Magno, son las dos fuentes por las que lo conocemos y podemos seguirlo. El acercamiento del Movimiento a la Regla de San Benito fue un proceso lento y providencial, marcado por hechos concretos. En el origen está la relación entre José Manuel Eguiguren y el padre Gabriel Guarda OSB. Las visitas a Ampleforth hicieron crecer esta relación con la Santa Regla y con lo benedictino en general. El documento “La Educación según la Regla de san Benito” del padre Dominic Milroy tuvo un impacto muy importante en José Manuel. En 1982, tres sucesos marcaron el inicio de un uso más oficial de la Santa Regla en el Movimiento: En algunos grupos de lectio se comenzó a celebrar la Palabra en base al capítulo 4 llamado “Los Instrumentos de las Buenas Obras”, luego José Manuel conoció en Ampleforth al padre Columba Cary-Elwes OSB quien, en base a su experiencia, le explicó cómo la Regla podía ser un camino también para los laicos y lo animó a seguirla. Y, por último, la señora de José Manuel, Luz Cosmelli, lo empujó con determinación a tomar la Regla de San Benito como guía para el Movimiento Manquehue.
El Movimiento también es benedictino porque es parte de la familia de los hijos de san Benito en todo el mundo. Esta familia es como un árbol milenario que, en sus distintas ramas, ha dado y sigue dando frutos de santidad a lo largo de los siglos. Inicialmente la relación con el monasterio de la Santísima Trinidad de Las Condes. En 1981 comenzó a desarrollarse una fuerte amistad con la Abadía de San Lorenzo en Ampleforth. y luego con otras casas de la Congregación Benedictina Inglesa. En 2009, se estableció una “consociación” entre Manquehue y esta congregación que reconoce en el Movimiento “una auténtica expresión del espíritu de san Benito”. En el añoso tronco benedictino, Manquehue es como un brote nuevo en la rama de los benedictinos ingleses.
El carácter benedictino de Manquehue ha sido por último confirmado por la Iglesia local y universal, especialmente en la Laudatio del Cardenal Eduardo Pironio, Presidente entonces del Pontificio Consejo para los Laicos, en 1993.