Todos los Santos es particularmente una fiesta eclesial. Los hombres y mujeres que se veneran ese día no son simples individuos unos al lado de los otros, como si cada cual ignorara a sus vecinos. Son miembros del único pueblo de Dios y ciudadanos de la única ciudad de Dios. No fueron creados para un éxito individual que los vería un día “llevados a los altares”, sino para cumplir una función y ocupar un lugar en esa inmensa construcción que es la Iglesia.
Los santos son las piedras vivas que Dios utiliza para construir su Iglesia. El conjunto de estas piedras no hace una pila de piedras sino una iglesia, lugar adecuado para la Gloria de Dios. Todos los Santos es como una dedicación de esta Iglesia viva.
La fiesta de Todos los Santos es la fiesta de la Iglesia como unidad. Todos los que creen en Dios y en Cristo pueden celebrarla juntos en total comunión. Es una anticipación de la fiesta eterna de esta liturgia de adoración, de alabanza y acción de gracias que los elegidos celebrarán para siempre.