El lunes 6 de marzo se llevaron a cabo las primeras Vísperas Generales del año centradas en la Cuaresma.
En la Comunidad de San Benito, Juan José Prieto (B99), encargado de la Comunidad de Manquehue, invitó a vivir la Cuaresma mirando hacia la Pascua: “La Pascua es un acontecimiento que vale la pena celebrar, en la medida de que estás despierto a lo que pasa ahí, y lo que pasa ahí es del ámbito del espíritu y del corazón. Si estas en sintonía, la Pascua irrumpirá también en el mundo exterior, en tu familia, en la sociedad y en el mundo. En la Pascua celebramos que Dios es tu papá y mamá, que está completamente enamorado, que está lleno de misericordia, que Jesús está vivo y presente en ti y en las personas que te rodean. Todas esas cosas que las conocemos por experiencia se olvidan, por eso mi invitación a vivir la Cuaresma de esa manera”.
En la Comunidad de San Lorenzo, Nicolás Díaz (L22), uno de los integrantes de la comunidad de misioneros de San Martín de Porres, realizó un testimonio de la misión en Arequipa enfocado hacia la Cuaresma. Compartió su experiencia terminando con: “Fue aquí donde mi monte fue cambiando cada vez más, se fue transfigurando y convirtiendo en algo distinto. Gracias al paso de los días, reconocí que mi verdadero monte es mi comunidad, porque en ella se eleva mi espíritu al Espíritu de Dios, haciéndome solo uno. Porque en la comunidad pude dejar mi hombre viejo y ser un hombre nuevo en Cristo, quien a su vez es verdadero hombre y Dios”. Invitó a no ver la Cuaresma con cansancio ni dolor, “sino que con un gozo constante, dónde renunciemos a esas cosas que anhelamos, nos aferramos y nos esclavizan, para despojarnos del hombre y mujer vieja. Para poder transfigurarnos, convertirnos en hombres y mujeres nuevas en Cristo Resucitado, porque hacia Él marchamos en este tiempo”.
En la Comunidad de San Anselmo, Gigi Blumer, encargada de la Comunidad de Manquehue, invitó a vivir esta Cuaresma desde la perspectiva de la eternidad: “Jesús llevó sus apóstoles aparte, los llevó a un monte alto, fuera de las presiones de la vida, de las muchas voces que opinan, fuera de la gente que buscaba encontrase con ellos, fuera de los contradicciones y problemas de la vida, y los llevó aparte – ¿cuál es su propósito? Es muy simple, que puedan ser testigos de la realidad desde la perspectiva de la eternidad, donde Dios ha estado actuando desde la eternidad para nuestra salvación. Esta Cuaresma, como todas las cuaresmas, el Señor hace lo mismo. No se trata de demostrar a Dios nuestros esfuerzos espirituales, sino se trata a decir sí a la invitación que Jesús nos hace para mirar más límpidamente la presencia del amor divino en nuestras vidas. Caer en la cuenta que, igual a Jesús, somos sus hijos amados. Como dijo la voz en la montaña. “Este es mi hijo amado” (Mt 9, 7).