El lunes 8 y martes 9 celebramos las Vísperas generales del mes de mayo, centrados en vivir hoy, en el día a día la Resurrección.
Nicolás Meneghello (B97), oblato, en la Comunidad de San Benito, compartió: “Nuestra fe se funda entonces en la transmisión constante de esta buena noticia, y es por este mismo anuncio (que no ha cambiado en una sola palabra) que el acontecimiento de los apóstoles es también el nuestro y el de todo creyente, de cada discípulo que lo acoge y se hace también “anunciador”. Y este anuncio no se puede detener, y en eso dependemos unos de otros. Por eso les anuncio esta tarde, y me anuncio también a mí mismo: “Cristo resucitó, y verdaderamente ha resucitado”. Por el bautismo se me quita el propio yo, pero un yo con minúscula, un yo que es amado por Dios, pero que también está lleno de teclas, de rollos, limitaciones y cosas rotas que nada tienen que ver con lo que Dios quiere de nosotros. Y soy insertado entonces en un sujeto nuevo, en un nuevo Yo, pero éste con mayúscula, y que manifiesta mi verdadera identidad, porque está configurado no con mis debilidades, sino con Cristo, que quiere mostrarme lo más verdadero de mi personalidad”.
Anthony Dore, oblato, en la Comunidad de San Lorenzo: “Está claro que este acontecimiento (el de la Resurrección de Cristo) no es un milagro cualquiera del pasado, cuya realización podría ser en el fondo indiferente para nosotros. Es un salto cualitativo… hacia una nueva vida futura, hacia un mundo nuevo que, partiendo de Cristo, entra ya continuamente en este mundo nuestro, lo transforma y lo atrae hacia sí. Pero, ¿cómo ocurre esto? ¿Cómo puede llegar efectivamente este acontecimiento hasta mí y atraer mi vida hacia Él y hacia lo alto? La respuesta, en un primer momento quizás sorprendente pero completamente real, es la siguiente: dicho acontecimiento me llega mediante la fe y el bautismo. Por eso el Bautismo es parte de la Vigilia pascual…” (Benedicto XVI Vigilia Pascual, 2006).
¿Qué es lo que pasa en el Bautismo? Si imaginamos que yo, mi ser, se parece quizás a algo como una ramita pequeña (viva, verdecita, pero frágil). Bueno, yo, con todo lo que soy, en el Bautismo he sido injertado a un tronco más grande, con mejores raíces, mejor madera, mejor en todo: he sido injertado a Cristo. Cuando a un árbol frutal se le injerta una rama es para que esa rama crezca mejor. Es un ejemplo de lo que pasa en nuestro Bautismo. Nos hacemos parte de Cristo (cf Rm 6, 5)”.
Andrés Cabello, oblato, en la Comunidad de San Anselmo: “La Resurrección que celebramos cada año no es solo un rito, sino un hecho que sigue sucediendo en nuestras vidas. No es solo futuro, sino presente. La vida que trae el Resucitado es para hoy. La Resurrección es algo vivo y operante en nuestras vidas, y debemos estar abiertos a su acción y pedir que esta gracia que nos trae el Resucitado no caiga en el vacío. Te invito a volver a la noche de la Resurrección, cuando las mujeres se ponen en camino hacia la tumba de Jesús. Avanzan con incertidumbre, desorientadas, con el corazón desgarrado de dolor por esa muerte que les había quitado a la persona amada. Pero al llegar a ese lugar y ver la tumba vacía, son transformadas, experimentan un cambio en sus vidas, invierten la ruta, cambian de camino, abandonan el sepulcro y corren a anunciar a los discípulos un nuevo rumbo: ¡Jesús ha resucitado! En la vida de estas mujeres se produjo la Pascua. Ellas, pasan del triste camino hacia el sepulcro a la alegre carrera hacia los discípulos, para decirles no solo que el Señor había resucitado, sino que hay una meta a la que deben dirigirse sin demora”.