Junio 21, 2018 Patagonia

EL ARREO DE WILLIAM NORRIS

Cuando a principios del siglo XX empezaron a conformarse las grandes haciendas en Aysén, eran necesarios hombres capaces y valientes para hacerse cargo de ellas. Es así como entra en nuestra historia William Norris. William nació en la ciudad de Manchester, Inglaterra, en 1868, y a los 16 años viajó a Argentina para trabajar junto a su tío materno en una estancia ganadera. Desde ahí comenzó a desempeñarse en otros lugares donde adquirió gran fama como jinete y domador.

En esa misma época la Compañía Explotadora del Baker necesitaba de alguien que traslade un gran número de ganado desde Argentina hasta la región del río Baker en Chile. Aquí se encuentra la génesis de la tragedia que en el Baker se conoce como la ‘’isla de los muertos’’. El elegido para realizar este trabajo fue William Norris, haciéndose protagonista de una verdadera hazaña.

Para llegar a este lugar remoto y desconocido sólo contaba con un mapa que le habían proporcionado los dueños de la Compañía, pero que no entregaba información suficiente. Lo que sí fue verdadera ayuda, fue la indicación de que tenía que encontrar ‘’al oeste de la montaña de reflejos rojizos, bajo la cima de una montaña cuya cumbre está vestida de nieve, un lugar plano que se encuentra paralelo a dos ríos que fluyen en dirección al sur en forma paralela. A doscientos metros uno se desvía al este y desemboca en el Lago Resumidero en Argentina, y el otro se desvía al oeste y recibe el nombre de Chacabuco, tributario del Baker’’[1].

Una vez que llegó al lugar, William Norris se regresa a comprar el ganado que debía trasladar al Baker, y en su camino para por Chiloé, donde consigue trabajadores para explotar ciprés en un lugar llamado Bajo Pisagua, cerca de Caleta Tortel, y fabricar durmientes que darían a la Compañía los ingreso necesarios para poder desarrollar la ganadería en el Baker.

El ganado -tres mil cabezas- lo trasladó en tren desde Saladillo hasta Neuquén, donde tuvieron que cruzar las vacas a nado por un río que había crecido por los deshielos. Ahí esperaron a que pasara el invierno y avanzaron hasta Teka, donde compró más animales -hasta ese punto había descontado al total del arreo cerca de mil vacas entre ventas y pérdidas-. Compró cerca de dos mil vacas de ganado nativo y salvaje que fueron arreadas con la ayuda de perros hasta Rio Mayo en un viaje que duró 6 semanas.

Desde ahí avanzaron hasta el Baker, en un último tramo donde los nevazones se convirtieron en un verdadero obstáculo. Las ovejas las arrearon otras personas desde el Estrecho de Magallanes y Norris sólo tuvo que recibirlas. ‘’En 1908, después de tres años de trabajo teníamos en el Baker cinco mil vacunos, diez mil ovejas y más de ciento cincuenta mil pesos en troncos de ciprés apilados en Bajo Pisagua esperando que pase un vapor para cargarlos’’[2].

 

 

 

[1] Testimonio de William Norris. En Danka Ivanoff, ‘’Caleta Tortel y su Isla de los Muertos’’, Editorial Cruz del Sur de la Trapananda, año 2000. pp. 43-44

[2] Ibid. Op. Cit. P. 54.

 

 

 

Bibliografía

‘’Caleta Tortel y su Isla de los Muertos’’, Danka Ivanoff Wellmann, Editorial Cruz del Sur de la Trapananda, año 2000.

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