Septiembre 3, 2018 Patagonia

EL DELIRIO PATAGÓN

Muchas personas que vienen a Aysén, ven en esta región un espacio privilegiado para desconectarse, un ambiente propicio para el aislamiento, protegido de la contaminación y del ruido que se genera en las grandes ciudades más industrializadas.

Pero ese mismo aislamiento, desconexión y desierto le exige al habitante de la Patagonia ciertas aptitudes para poder vivir en un lugar muchas veces tildado de inhóspito y solitario, sobre todo en los primeros tiempos de la colonización. El hombre patagón debe poseer dominio sobre sí mismo, saber combatir contra sus propios pensamientos y que cultivar su fortaleza interna. Todas estas cualidades han ayudado al patagón a luchar contra las inclemencias del clima, la soledad, la falta de recursos y aprender a vivir un lugar agreste, una naturaleza que hay que conocer, respetar y saber dominar para que las condiciones de vida se vuelvan lo óptimas posible. “Una persona de mentalidad pequeña y materialista, se volvería loca en esta infinita y majestuosa soledad. Aquí este estado se conoce con el nombre de delirio patagónico. Generalmente ataca a los forasteros. Tan sólo pueden existir aquí las personas de hábitos infantiles, pero al mismo tiempo de rica vida interior.”[1]

El gaucho, dada su naturaleza y su trabajo, anda gran parte del tiempo solo, por lo que el combate contra los pensamientos, miedos, ansiedades e ilusiones se convierte en una lucha obligada, sin escapatoria a través de una conversación, de un llamado por teléfono o de cualquier otra distracción. Es una pelea que se debe enfrentar, y que, al hacerlo, va ejercitando el espíritu, haciéndolo capaz de superar las adversidades que el clima, la naturaleza y la geografía les impone. Quienes llegaron a Aysén por primera vez debieron enfrentarse a este “delirio patagónico”; algunos salieron triunfadores -quienes lograron asentarse y templar su espíritu- mientras que otros debieron abandonar la región, incapaces de lidiar con ella. “Para espíritus poco preparados y débiles, constituye un inconveniente insoluble que les hace caer en la desesperación y la angustia, no son pocos los casos en que esta situación ha provocado fricciones desafortunadas entre moradores de esta región…[2]

A un viejo puestero que durante los meses de verano sube a la cordillera para llevar sus animales a pastar, sin más compañía que sus perros ovejeros, le preguntamos cómo era capaz de sobrevivir solo durante tanto tiempo en esas lejanías. Con su sencillez y sabiduría de hombre de campo, nos contestó: “allá arriba, no hay que pensar mucho”. Él sabe bien que el delirio patagónico es originado por la imaginación y por pensamientos volátiles que en ocasiones podrían llevarnos a una desconfianza de la propia realidad y a sucumbir ante una cada vez más creciente desesperanza que desemboca finalmente en la locura.

 

 

 

 

[1] “Lucas Bridges, el señor del Baker”, página 126. Esto lo escribió en un documento inédito de 1936 un cocinero alemán llamado Karl Kraft, que trabajó en estas tierras entre 1924 y 1925.

[2] “Fragmentos de la historia de Aysén”, página 63

 

 

 

 

Bibliografía

Berattini Vidal, José, “Fragmentos de la historia de Aysén”, 2013.

Ivanoff Wellmann, Danka, “Lucas Bridges, el señor del Baker”, 2004.

 

 

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