A fines de 1619 se empezó a difundir un sorprendente rumor entre los conquistadores españoles sobre la posible existencia de un fantástico poblado lleno de riquezas en pleno Reino de Chile.
Eran múltiples las causas del origen de esta leyenda, “una rica ciudad de incas huidos de la conquista del Perú; un inconmensurable depósito de oro, plata y piedras preciosas que había descubierto un capitán de nombre Francisco César, integrante de la expedición que había ido con Sebastián Caboto al Río de la Plata; y, por fin a una población de españoles, que salvados de un naufragio en el Estrecho de Magallanes, vivía en comunidad con los patagones”[1].
Las descripciones señalaban que esta ciudad llena de misterios, estaría situada a orillas de un gran lago, en la falda oriental de la cordillera de los Andes, al norte del Estrecho de Magallanes. Tal vez se refería al lago Chelenko, nombre con el que los indígenas denominaban al Lago General Carrera y al Lago Buenos Aires, juntos. Versión que coincide y se complementa con los que decían que si existía, tenía que estar al sur de Valdivia y de los bosques del Llanquihue.
La ciudad estaría habitada por cristianos que tenían el don de la inmortalidad y que poseían tanta riqueza que sus armas, y también sus herramientas y utensilios de uso doméstico eran completamente de oro.
Así se fueron fundiendo distintas leyendas, como la mítica ciudad del dorado más al norte o de la ciudad de oro construida por los incas, altamente civilizada. El atractivo de la ciudad y su interés fue agregando y agregando barcos y naufragios que llevaban sus mercancías a la famosa Ciudad de los Césares. Se hicieron mapas, se recopiló información, se estudiaron las descripciones, muchos dijeron ser testigos, muchos aseguraron haber estado en ella, ¿Habrán dicho la verdad? También hubo expediciones franciscanas y jesuitas con fines de evangelizar a los habitantes de aquella Ciudad de los Césares. Otros tantos en su afán por buscarla, llegaron incluso a pedir la ayuda al rey de España: para que “comisionara al gobernador de Chile para que fuera a descubrir las provincias de Trapananda y los Césares que están juntas a Chile y las divide una cierra nevada”[2]
La historia deja en duda si los que la buscaban y desaparecieron, realmente se perdieron o llegaron por fin a encontrarla y se quedaron en ella para no regresar. En su obsesión, muchos perdieron la cabeza intentando llegar a esta ella. Grandes hallazgos fueron realizados por aquellos que tenían como objetivo conocer la Ciudad de los Césares, entre ellos el descubrimiento del Lago Nahuel Huapi en la Patagonia argentina.
Nunca sabremos si la misteriosa ciudad construida totalmente de oro puro existe o no, lo que sí sabemos es que los que vivimos en San José, buscamos otra ciudad, porque sabemos que “El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquél”. (Mt 13,44)
Bibliografía
De la Trapananda al Aysen, Mateo Martinic, Editorial Pehuén, 2005
[1] De la Trapananda al Aysen, pág 52
[2] Op. Cit., pág 54