Tanto la aislación geográfica como el clima hacen muy difícil y caro el consumo de verduras frescas en Aysén. Las frutas y verduras que se venden en los comercios son traídas desde la zona norte del país, y su traslado hacia tierras patagonas produce un gran aumento de su precio, al mismo tiempo que la calidad es muy inferior a la que se puede encontrar en las regiones más centrales. Por otro lado, las heladas y bajas temperaturas hacen muy difícil el cultivo de hortalizas y verduras a la intemperie.
Pero como ha demostrado toda la historia del poblamiento de Aysén, quienes viven aquí han aprendido a superar las dificultades, y se las han arreglado para solucionar este problema mediante el cultivo en invernaderos. Ellos son parte del paisaje y de la implementación de las casas, y es muy común ver a sus dueños – por lo general las mujeres- trabajando en ellos para enriquecer la dieta o incluso vender sus excedentes a turistas o comercios pequeños.
Dada a dificultad para conseguir materiales, los invernaderos son construidos -en general-“con lo que haya”, es decir, con restos de construcciones o palos viejos, adquiriendo la forma que los materiales permitan, ya sea con techo en “A” o redondo si se usan coligües. Los más sofisticados y modernos se hacen con madera y tubos de PVC, lo que les da mayor resistencia y durabilidad.
Es posible cultivar todo tipo de hortalizas y verduras, e incluso frutas como frutillas y frambuesas. Mucho dependerá de la habilidad y dedicación de la dueña del invernadero, pero en general se puede cultivar en ellos lechugas, espinaca, acelga, rúcula, zapallitos italianos, pepino, albaca, perejil, cilantro, tomates, pimentón, tomate cherry, rábanos y repollo e incluso las señoras más expertas han llegado a producir melones y uvas.
Por lo general son las dueñas de casa más adultas quienes más saben acerca de cómo trabajar un invernadero, ellas conocen los secretos y técnicas para proteger los cultivos de las inclemencias del clima y de los insectos, y saben cómo lograr productos de excelente calidad. Lamentablemente, por lo general los más jóvenes poco se interesan en aprender de ellas, la gran mayoría opta por no tener invernadero, sin darse cuenta que con ellos están contribuyendo a la pérdida de la sabiduría de quienes supieron vivir en un territorio que los obligó a abrirse camino con sus propias manos.