Las Vísperas Generales del mes de julio se realizaron a la vuelta de las vacaciones escolares de invierno, el lunes 17, ocasión en que celebramos a nuestro patrono san Benito, cuyo día fue el 11 de julio. Se dieron cita todas las comunidades Manquehuinas en San Benito: San Lorenzo, San Anselmo, San José y Santa Escolástica. Fue una instancia de oración, de hacer comunidad y de mucha alegría de encontrarse y compartir en amistad.
Se iniciaron con un saludo del Abad Primado de la Confederación Benedictina, Gregory Polan osb: “Mi saludo especialmente para ustedes oblatos, a los miembros del Movimiento Apostólico Manquehue y a todas las personas asociadas con ustedes. Es un gozo para mí poder comunicarme y enviarles un especial mensaje de esperanza y bienestar para ustedes y su comunidad. Aunque nunca he tenido la oportunidad de visitarlos, he escuchado de ustedes, particularmente a través del abad Patrick Barry osb, quien vivió en la abadía de St. Louis, Missouri, en el mismo Estado en el que hoy me encuentro.
Al preguntarse por qué están reunidos en Vísperas, es importante recordar que algo que forma parte importante de la tradición benedictina es la Liturgia de las Horas, que tiene como punto culminante la celebración de Vísperas al final del día. Cada uno de nosotros lleva los sacrificios del día, los buenos momentos, los momentos desafiantes, las bendiciones abundantes. Vísperas es una expresión de acción de gracias por todo lo que ha sido, todo lo que es ahora y de todo lo que vendrá. Su Movimiento como tal es una parte vital de los movimientos del Concilio Vaticano II, el cual trae al laicado a su lugar legítimo dentro de la Iglesia. La realización de nuestro bautismo común, el don del Espíritu Santo que habita en nosotros, es un impulso importante en lo que hacemos, lo que decimos y en quien nos estamos convirtiendo. He escuchado que en Manquehue la práctica de la lectio divina, parte central dentro de la espiritualidad y de la práctica de los benedictinos, es también parte de sus vidas, una parte importante. Lo que hace la lectio divina es poner tanto en nuestro corazón como en nuestros labios la Palabra de Dios. Es esta lectura lenta y meditada, la que nos lleva a la oración para oír lo que Dios nos está diciendo y cómo respondemos a eso.
Por esto los animo mucho en su práctica de la lectio divina, en mantenerla como una parte importante de sus vidas. Tanto en la historia de la Iglesia como en la vida de cada uno de nosotros, uno de los elementos que nos aparece es la experiencia del Misterio Pascual. Tal como Cristo nos mostró que, a través de su Vida, su Pasión y su Muerte, llegó a la gloria que se nos promete en el Misterio Pascual. Por lo tanto, todos nuestros desafíos tienen sentido y nos acercan a Dios en confianza, fe y esperanza. Recuerdo el otro día cuando le escribí a una persona que había pasado por un período largo y difícil, diciéndole: “ahora estás llegando al final del Misterio Pascual, un compartir un poco la gloria que se nos ha dado en la resurrección de Cristo”. Mi esperanza es que sus vidas sigan desarrollándose en esta línea y que la Palabra de Dios sea para ustedes una fuente continua de esperanza, ánimo y fuerza, y sigan como comunidad para desarrollarse, crecer y ser cada vez, con más fuerza, lo que Dios los está llamando a ser. Que Dios los bendiga siempre”.
Jonathan Perry, oblato, encargado de la Comunidad Manquehuina Pablo VI y jefe de Casa San Juan Crisóstomo, en su reflexión, dice: “Hoy estamos celebrando la vida y obra de san Benito. Las Vísperas Generales de julio las dedicamos todos los años a san Benito, cuya espiritualidad nos inspira como Movimiento laico, benedictino y eclesial. ¿Y qué hemos encontrado en la Regla y la Vida de San Benito? Lo que han descubierto esos jóvenes en trabajos, y todos los que hemos en algún momento tenido una experiencia de vida comunitaria organizada según la espiritualidad de san Benito, sea en trabajos, misiones, scout, en San José, en la misión afuera, en una casa de comunidad, en un grupo de lectio que persevera; donde sea: una manera de ser y hacer comunidad que permite que personas comunes y corrientes puedan ‘alcanzar la auténtica autorrealización como criatura a imagen y semejanza de Dios’ en contraste con ‘una autorrealización fácil y egocéntrica, que hoy con frecuencia se exalta’ (Papa Benedicto, Audiencia General 9/IV/2008). Así describe el papa Benedicto la vida que se busca en una comunidad benedictina: ‘alcanzar la auténtica autorrealización como criatura a imagen y semejanza de Dios’. Es decir donde puedan descubrir una libertad interior que es liberación del miedo, de la mentira, de las apariencias, la liberación de todo lo que, conscientemente o no, nos impide realizar este destino luminoso al que nos convida Dios, de ser hijos e hijas suyas, a imagen de Cristo, reflejo del inmenso amor de Dios, de la Vida que es Dios, de la inteligencia y la creatividad que es Dios; donde podamos dejar que aparezca la mejor versión de nosotros mismos, nuestra auténtica individualidad, donde aparezca en nosotros la imagen de Dios que está en cada uno y hecha a relucir por el Bautismo, y que se manifiesta en el servicio, el deseo de orar, de compartir, de acoger, crear, trabajar juntos para un mundo mejor”.