Alejandro Grohnert (B99), oblato y encargado de JJM, nos cuenta cómo se desarrolló el retiro: “Bajo este lema por fin celebramos el tan esperado retiro de jóvenes. Este año fue un acontecimiento especial, ya que la comunidad de oblatos cenobitas nos acogió en su vida regular de fines de semana en Leyda. Claro que como no cabíamos en su casa, nos trasladamos todos a El Sauce, una casa maravillosa con capacidad para 30 personas alojando, con una capilla y un parque que invitan al recogimiento y la alegría pascual.
Como es la vida regular, celebramos las horas del Oficio con una belleza extraordinaria; tuvimos oportunidad de hacer lectio y oración personal con el tiempo suficiente que requiere un encuentro íntimo con el Señor, hicimos las comidas con lectura del DRD, participamos del funcionamiento de la casa, vivimos el buen celo con la acogida mutua y con disponibilidad para turnos y las ayudas necesarias que necesita una verdadera escuela del servicio divino.
En estas condiciones, gracias a la comunidad de oblatos y la comunidad central de JJM, pudimos escuchar motivaciones breves y magistrales para vivir cada momento con conciencia y en profundidad; y así profundizar en el fundamento de Manquehue: la amistad con Cristo, en Cristo y por Cristo.
Este fue el contexto para hacer una delicada adoración al Santísimo. Recibimos las palabras de José Manuel Eguiguren, fundador, animándonos con una radicalidad sorprendente a vivir la tutoría como cosa de vida o muerte. También recibimos los testimonios de Vicente Garnham (A20), Martín Rosselot (B18), Juan José Melero (B02) y Johnny Gibby, quienes nos hablaron generosamente de su experiencia de vida comunitaria. El retiro fue concluyendo con una misa como pocas, muy íntima, con el padre Rodrigo Aguirre como Celebrante Principal. Y después de la Eucaristía, como es tradición, se dio paso al ágape fraterno con abundancia de comida rica y buenos cantos.
Por último fuimos enviados por Jonathan Perry, Responsable, a tomar en serio la amistad por Cristo y entregarnos generosamente a la misión que necesita de jóvenes dispuestos a entregar su vida a Jesucristo. Nos despedimos con un corazón agradecido por la acogida y el amor fraterno, además de la renovación que produce el encuentro con Jesucristo”.
Comparten sus testimonios:
Benjamín Urra (L21): “Durante los días vividos en el retiro de JJM, en Leyda, vivimos una experiencia comunitaria y de oración, la cual estuvo marcada con jóvenes alegres de poder encontrarse con la Palabra por medio de la lectio y los espacios reflexivos existentes. El lema del retiro nos ayudó a reconocernos discípulos, para de esta manera poder descubrirnos como hijos amados, llamados a una vocación, y reconocer el don del amor de Dios”.
Francisco Montes (A23): “Este retiro para mí fue tremendo, me ayudó a conectarme con Dios y desconectarme de la rutina diaria y así volver a Santiago con las pilas recargadas”.
Vicente Garnham (A20): “Fue una instancia para vivir el amor de Dios. Un fin de semana que giró en torno al amor, lo viví en la comunidad de jóvenes, pero sobre todo en la tutoría que recibí de la comunidad de oblatos. El amor de Dios es absoluto y Jesús quiere que yo pueda amar como Él, y por eso su maestría es fundamental en mi vida, dejar que Jesús me enseñe a amar. “Amarás al Señor tú Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo” (Lc 10, 27).
Daniel Vaccaro: “No os acomodéis a la forma de pensar del mundo presente; antes bien, transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto” (Rm 12, 2). Este versículo, por una manifestación muy de Dios, se me reveló la primera noche durante la lectura de comida, pero se me olvidó inmediatamente de qué parte de la Biblia era, sabía que era de los Romanos pero no en qué parte. Durante el eco final, después de haber leído tres veces la Epístola buscándolo y no encontrarlo, cerré los ojos, le pedí a Dios que me mostrara la lectura y recé un Padre Nuestro. Después, mis ojos pudieron leer esta lectura a la primera. Fue tan impresionante para mí que fue como un golpe de realidad, la realidad de que para todo necesito, quiero y dependo de Dios en mi vida. Logré entender que la vida que Él me ofrece, el mundo al que me llama, no es éste. Me pide una transformación de mí mismo, me pide salir de mi claustro interior, negarme a mí mismo, a mis placeres, comodidades, para encontrar algo mucho más grande y valioso: el amor de Cristo. Paradójicamente, cuando me siento más libre y en paz es cuando me hago esclavo de Jesucristo, y entiendo que sin Él, nada es posible; todo mi mundo se basa en Cristo, depende de Cristo y se logra por Cristo.