Desde el 21 al 27 de marzo, once apoderados del Colegio San Anselmo vivieron una experiencia de retiro en San José, junto con Alejandro Greene (B00), rector del Colegio San Anselmo, y los oblatos Andrés Cabello y Jaime Lira (B92).
Jaime comparte: “Fueron días muy intensos de oración, trabajo y vida comunitaria, cuyo único objetivo era encontrarse con Dios para reconocerse un hijo amado de Él, en medio de las preocupaciones y afanes de la vida cotidiana en la que muchas veces hay poca claridad. Ya desde el inicio se notó una apertura enorme, una sed de respuestas a diversas situaciones de vida que sin duda fueron un comienzo para ver a Dios actuando y haciéndose presente en medio nuestro. La lectio con escrutada diaria fue de gran importancia para descubrir que existe un diálogo personal con Dios, que Él no se ha olvidado de nosotros y que ha estado presente en cada una de nuestras vidas, incluso en los momentos que parecen más torcidos.
Además de las oraciones de Laudes, Intermedia, Vísperas y Completas, las Espiritualidades también ayudaron a explicitar este amor y acción de Dios con cada uno de nosotros. Contamos con la presencia de Manuel José Echenique y Juan Pablo Morán para algunas de estas espiritualidades que se prolongaron después con preguntas e inquietudes que iban surgiendo. Los momentos de trabajo en la leña, en la chacra, en el jardín también hicieron lo suyo, entre conversaciones profundas y otras no tanto, pero que sin duda aportaban al desarrollo de la comunidad y a madurar la experiencia en todas sus dimensiones.
Parte importante de la experiencia lo constituyeron los diferentes paseos que hicimos: al Cerro La Cruz, tanto el día que llegamos como otro día de amanecida, al Lago, en donde varios valientes se bañaron, y por último al Río San Martín, en el que hicimos una Liturgia de renovación de promesas bautismales.
La alegría de lo que se estaba viviendo se manifestaba en el compromiso con los diversos servicios de la casa y con todas las instancias que tenía la experiencia, que más allá de las capacidades físicas de cada uno, siempre contaron con la disposición necesaria para crear y mantener un buen ambiente, junto con la capacidad de distinguir qué momentos eran para la risa y chacota (que fueron muchos) y qué momentos eran para el silencio y la oración.
Por último, no podemos dejar de mencionar la gran acogida que José Miguel Navarro tuvo con el grupo durante toda esta semana, siempre con alegría, espíritu de servicio y disposición. El grupo fue privilegiado en haber podido estar con él durante su último día de vida. Eso se reflejó también en su funeral y en las oraciones previas”.
Felipe Raby, apoderado, expresa: “San José es una experiencia de vida, que sólo se entiende cuando se practica, donde la oración, el trabajo y la vida en comunidad se logran unir de tal manera que una no tiene sentido sin la otra y que, en mi caso, después de muchos años de enojo, rebeldía y alejamiento, me quebró… Me reencontré, me reconcilié y me renové en la fe. Fui feliz de vivir a concho esta experiencia y agradezco a cada uno de los que participaron para poder llevarla a cabo, en especial a mis trece hermanos en la fe”.