El 14 de enero partieron a Arequipa los oblatos José Miguel Navarro, Andrés Cabello y Cristóbal García (B99), junto a Marco Díaz (L23) y Alan Indo (L23). Arequipa es una ciudad famosa por su arquitectura colonial, construida en sillar, la segunda ciudad más grande de Perú. Su identidad católica está profundamente arraigada en su cultura, costumbres y tradiciones, y en la personalidad del arequipeño. Estuvieron aproximadamente treinta días, invitados por el Obispo de Arequipa, monseñor Javier del Río.
Andrés nos cuenta: “Nuestro objetivo fue compartir el regalo de la lectio divina, anunciando y compartiendo con otros nuestro gozo por el Evangelio y el encuentro con Cristo resucitado, insertándonos en la Iglesia local y compartiendo nuestra identidad manquehuina en el espíritu de la Tutoría. Durante nuestra estadía nos alojamos en el Seminario San Jerónimo, que se convirtió en nuestra casa, y tanto los seminaristas como el rector nos hicieron sentir como en familia. Es impresionante cómo en tan pocos días logramos entablar amistades con cada uno de ellos, compartiendo experiencias, testimonios, bromas, jugando fútbol en las tardes, viendo películas o compartiendo la mesa”.
“Con respecto a los talleres de lectio, ”fueron tantos los párrocos interesados que se tuvo que realizar un sorteo para seleccionar las parroquias participantes. Este hecho refleja el gran interés de las comunidades por formarse y el compromiso de vivir su fe. Nos encontramos con parroquias vivas, comunidades que viven intensamente su fe”.
“Los talleres consistieron en tres sesiones, con una parte teórica y otra práctica. En total, asistieron alrededor de 350 personas, algunas viajando hasta dos horas de ida y otras dos de vuelta para participar. Algo muy importante para nosotros fue no sólo dar los talleres, sino también vincularnos con cada comunidad. Esto nos permitió lograr una conexión profunda con las personas. Con el paso de los días, recibimos diversas invitaciones para visitar comunidades, salir a comer o pasear”.
Realizaron también un taller para cien profesores del colegio San Jerónimo, un colegio del arzobispado.
“El tiempo de misión fue un regalo para cada uno de nosotros. Me quedo con la fuerza espiritual que experimenté, con ese respeto por lo sagrado y con una fe sincera. En cada taller fue emocionante escuchar los ecos y la resonancia que lograba la Palabra en la vida de las personas. Esa alegría de descubrir la perla preciosa, por la cual vale la pena dejarlo todo para alcanzarla, junto con los testimonios de quienes se nos acercaron, me ayudaron a renovar mi propia intimidad con la Palabra y a reafirmar mi deseo de vivir la misión. Porque la vida del cristiano es una vida en misión; en cada momento estamos llamados a anunciar lo que hemos visto y oído. Para terminar, sólo me queda dar gracias a Dios por este tiempo de gracia, en este año jubilar que nos invita a recomenzar, a vivir este tiempo con un tono festivo y a abrirnos a la conversión”.