Durante el primer semestre de este año, Benjamín Rojas (L21) y Gasán Bittar (A22) tuvieron la oportunidad de vivir durante cuatro meses con la comunidad de oblatos en la Casa San Beda, en San José. Experimentaron la vida comunitaria de oración, de lectio, de trabajo y acogida de los distintos retiros y experiencias. Comparten con nosotros:
Benjamín Rojas: “Para mí el irme a San José por cuatro meses fue una decisión muy difícil, la cual me llevó a despojarme de muchas cosas de Santiago, el mismo que durante mis cuatro meses se me hicieron muy latentes. El tener una ‘vida’ nueva que me quería ofrecer muchas cosas fue muy importante para mí, y me fue abriendo la mirada a medida que pasaba el tiempo.
San José es una experiencia llena de hitos que van cambiando la vida poco a poco. Lo que más me quedó de esto es la vida tranquila llena de actividades, trabajos y oración, la cual a medida que transcurren los días y semanas se hace mucho más llevadera y te abre la puerta para el encuentro con Dios vivo y actuando, queriendo llevarte día a día y darte sus fortalezas para salir adelante.
Para mí, San José es un lugar que ahora me trae muchos buenos recuerdos, un lugar en el cual me pude sentir yo mismo sin ninguna máscara, un lugar que me renovó la fe que tengo y la afianzó, dándole un giro de 180 grados.
El versículo de mis cuatro meses es Isaías 49,5c “y yo era valioso a los ojos de Yahvé; mi Dios era mi fuerza”. Un versículo que me llena de ánimo, que me ayuda a confiar cada vez más en el Señor que quiere hacer un camino conmigo día a día y que se presenta en momentos en los que uno no está listo, pero siempre buscando salvarte de a poco.
Gasán Bittar: “A principios de este año, en Trabajos y Misiones y luego en Chelenko, recibí un llamado muy fuerte a dar ese salto de fe que tanto me daba miedo dar. Escuché ese llamado y me fui a San José para vivir la experiencia de los cuatro meses. El Señor me estaba llamando al desierto. En un principio creía que al ‘desierto de San José’, lejos del mundo, de mis amigos, mis viejas costumbres, mi familia, mi celular, etc… pero luego me di cuenta de que el Señor me estaba llamando al desierto de mi corazón; este lugar inexplorado donde no habita nadie más que Cristo y yo. Un lugar oculto y lleno de pensamientos y distracciones. El Señor quería que limpiara este lugar, para que pudiera simplemente estar, Él y yo, en el silencio, por medio de la oración.
La experiencia completa estuvo inundada de oración, y no podría haber perseverado tanto de no ser por la comunidad. Me llenó la forma de vida que llevábamos en la Casa San Beda, que había experimentado antes cuando fui los diez días, o de alguna forma en los Trabajos, pero nunca de la manera que lo viví esta vez; aprendí demasiado sobre la vida comunitaria, y encontré un tesoro muy grande en ella”.