Entre el martes 4 y el lunes 10 de noviembre, cinco amigas, todas exalumnas de CSB de la primera generación de mujeres (1992) compartieron un retiro en San José. Gracia Carvallo, Francisca Jara, Bárbara Mayer, Josefina Ringeling y Margarita Crespo, se unieron a la comunidad Santa Hilda, donde viven otras dos compañeras más de curso y oblatas del Movimiento, Isabel Ortúzar y Alejandra Valle.
Margarita Crespo: ”Desde el primer momento nos conmovió la belleza de la creación de Dios que nos rodeó todos esos días: las montañas nevadas, el cielo azul, el lago, el bosque, el canto de los pájaros, la luna llena. Y, sobre todo, la belleza de Dios presente en el alma de cada una de las personas a las que Dios reunió esos días allá, que se manifestó en una profunda comunión, en el buen celo en el servicio mutuo, en el trabajo alegre, en las conversaciones, en las risas y las lágrimas compartidas. Pudimos experimentar toda la sabiduría de la vida ordenada según la Regla de San Benito mediante el trabajo, la Liturgia de las Horas, la lectio divina y las espiritualidades.
El lema del retiro, preparado para nosotros especialmente para profundizar en el inicio del Mes de María, fue: “María conservaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón” (Lc 2, 19). La figura de María nos acompañó durante todo el retiro, con su apertura a la Palabra y la acción de Dios en su vida, con su maternidad llena de sabiduría, con su plena confianza y abandono en el plan, el amor y el poder de Dios. Nos enseñó a abrirnos para que, como en ella, se haga en nosotros según su Palabra, y nos invitó a hacer lo que Jesús nos diga. Con su ejemplo con Isabel, nos enseñó a ponernos al servicio de los demás y, como en su Magníficat, nos enseñó a anunciar con gozo y gratitud los milagros que Dios hace cada día en nuestra vida. Con la oración del padre Hurtado aprendimos a seguir la mirada de María para no perder nunca de vista a Jesús y, a través de la enseñanza de san Juan Pablo II, pudimos profundizar en la profundidad y el poder de la oración del Rosario.
Fueron días del profundo gozo de recordar que somos hijas de Dios, que estamos a salvo en sus manos y que, con María, podemos decir con confianza: “Hágase en mí según tu Palabra” (Lc 1, 37b)”.