Marzo 12, 2025 Jovenes Manquehue

Jornada Nacional de la Juventud, enero 2025

UNA FIESTA DE LA FE

Entre los días 21 y 26 de enero se realizó la primera Jornada Nacional de la Juventud (JNJ) en La Serena, ciudad que convocó a miles de jóvenes que vivieron esta experiencia de Iglesia, mostrando “que Cristo está vivo y vive en nosotros”, como expresó en su homilía de cierre el arzobispo de La Serena, René Rebolledo, presidente de la Conferencia Episcopal, quien invitó a los jóvenes a “abrir sus corazones y convertirse en luz para quienes sufren: No tengan miedo de compartir con todos la esperanza y la alegría de Cristo Resucitado”, dijo citando al papa Francisco.

De Jóvenes Manquehue asistieron Aracely Mansilla (L20), Grace Duarte (L19) y Constanza Azúa (L22).

Constanza nos cuenta: “gracias por haber tenido la oportunidad de vivir esta experiencia. Al principio, ninguna de las tres tenía idea de qué se trataba, no sabíamos dónde íbamos a alojar, ni que hacer o pensar. Y, como la mayoría de las personas que participamos en misiones, simplemente nos lanzamos a la experiencia dejando todo en las manos de Dios. Y eso fue lo mejor que pudimos hacer.

Al llegar entendimos que lo que estábamos viviendo era mucho más grande. Entendimos que la fe no sólo movía al Movimiento, sino que a miles de congregaciones que buscaban a Dios y que pudimos conocer a fondo durante esa semana. Desde bailar con los catecúmenos, salir a comer con los monaguillos de San Bernardo y cantar canciones de misa con los de Rivadavia. Había una presencia de Dios enorme en los jóvenes y un signo en cada uno de ellos, que nos llevaba a Cristo y a comprender que los jóvenes no somos el futuro de la iglesia, somos su presente.

También queremos agradecer profundamente a doña Margarita y a don Enrique. Dos adultos mayores que nos recibieron para vivir en su hogar durante la JNJ. Recuerdo perfectamente que después de tardes llenas de actividades y largas caminatas llegábamos con ganas de un hogar calentito y una cama para descansar. Y nos recibían con algo mejor, un cariño especial y una comida hecha con el corazón para descansar y partir con energía al siguiente día. Su cariño y preocupación nos marcarán para siempre. Nos enseñaron que no existe una edad para ser misioneros; porque sí, nosotras viajamos como jóvenes peregrinas de la esperanza para compartir la fe entre todos, pero ellos cumplieron la misión de ser unos maravillosos hospederos, que se entregaron a Dios para recibir a tres extrañas, buenas para la talla y que transformaron el silencio de esa casa en una fiesta de la fe. Porque así se sentía vivir ahí. Para terminar, quisiera compartir un versículo que me ha hecho mucho sentido durante mi experiencia y después de ella: “Así pues, ya no sois extraños ni forasteros, sino ciudadanos de los santos y familiares de Dios, edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas” (Ef 2, 19)”.