El jueves 1 de julio regresaron a Santiago los seis jóvenes que durante este semestre estuvieron viviendo la experiencia de formación en San José de Mallín Grande. Los seis formandos tuvieron un último mes lleno de actividades, celebraciones, actividad final en que compartieron lo aprendido durante los cuatro meses, un retiro final y las despedidas con la comunidad estable, además de vivir lo que fue la celebración de los 20 años de fundación.
Hablamos con algunos de los jóvenes y esto fue lo que nos contaron.
Araceli Mansilla (L20): “La decisión la tomé con la ayuda de la Eli Osorio (L08) y mi familia. La venía tomando literalmente desde el último día de clases del 2020, cuando avisaron que se abrieron cupos para ir. Fue un periodo en el que no sabía qué hacer después del colegio ya que no me veía trabajando o estudiando, se me hacía difícil la imagen de estar fuera del colegio y sentía que esta experiencia me iba aclarar esas dudas. Cuando fui por diez días a San José, la primera vez, le hice una carta a mi mamá contándole de que me había encantado la experiencia y que quería volver por cuatro meses. Un día, buscando una chaqueta de mi mamá en su closet, encontré la carta. Al leerla sentí que fue un acto totalmente provocado por Espíritu, esa carta era lo que faltaba para poder dar el gran paso de poder irme. Es impresionante como desde mis diez días ya sabía que me quería ir por cuatro meses”.
Raimundo Bordagorry (A18): “Primero había tomado la decisión de congelar la universidad porque estaba cansado de las clases online, y hablando en el colegio con varios salió la idea y me gustó harto, lo conversé con varias personas y decidí irme”.
Emilia Uribe (A20): Siempre tuve muchas ganas de ir a San José y saber de qué se trataba. Siempre he querido vivir en el sur así que todo calzaba. Para mí la fe es una parte muy importante de mi vida sobre todo acompañada de lo que me ha enseñado el Movimiento, la lectio y la tutoría. En el colegio no pude ir por distintas razones, gracias a Dios me invitaron a San Agustín para el Verano del 2021 con un grupo de ex alumnas de los tres colegios. Fue una experiencia muy enriquecedora y me quedé con ganas de más. Aunque al principio del verano en San Agustín había dicho que no volvería jamás para la experiencia de los cuatro meses, Dios fue armando todo para que me pudiera ir. Me hizo el camino muy fácil para poder conocerlo de nuevo, escucharlo y volver a encontrarme con Él.
Vuelvo a Santiago a prepara la PDT, pero lo que más me importa es mantener mi fe, participar en todo lo que pueda del Movimiento, ya sea en tutoría, peregrinos, acompañando en retiros en lo que sea. Quiero poder cultivar más mi fe y que crezca, poder vivirla en Santiago, acá la vida está llena de cosas además de Dios por lo que me quiero mantener enfocada.
Me encantaría decirle a todo aquel que quiera ir a San José que es una experiencia que enriquece, que enseña, que envuelve de amor y de alegría. Una oportunidad especialísima de encontrarse con Dios y, por sobre todo, con uno mismo. Es una experiencia de una alegría eterna y con mucho sentido.
Juan Pablo Aller (A12): La decisión de ir a la Patagonia fue realmente una obra del Espíritu dado el contexto. Me encontraba buscando estudiar Pedagogía y por problemas con mi licenciatura era complicado postular ya que no cumplía con los requisitos necesarios. Después de harto tiempo enviando postulaciones y correos solicitando entrevistas de admisión, me invitaron para ofrecerme otro “programa de formación”, uno que no me daría un diploma, pero sí un encuentro cara a cara con Cristo.
En lo personal me ayudó a despertar a la comodidad en la que me encontraba en mi relación con Dios, la cual se encontraba limitada a mis condiciones humanas y que no estaba abierta a ser cultivada y profundizar. Me hizo ver asperezas que impiden dejar a mi corazón llenarse del amor de Cristo y querer vivir el regalo de mi bautismo desde la certeza de ser un reconocido hijo de Dios, creado a su semejanza y llamado a ser levadura de la Iglesia en el mundo.
Una de las cosas que más valoro de la experiencia fue la difícil realidad de abandonar la propia voluntad, gustos, planes, deseos en todo momento para entregarse a la realidad que Dios propone. Fue un negarse en muchos momentos y desvivirse por dejar a Cristo manifestarse y no mis propias intenciones. Fue un verdadero regalo tensionar esa voluntad propia y descubrir como Dios habla en todo momento si estoy abierto a que se cumpla su plan. En estos tiempos en que el ser humano busca controlar todo, entregarse a Dios es una rebelión tremenda y una respuesta muy potente a las exigencias de la actualidad.
Recomiendo la experiencia para cualquier persona que quiera profundizar en su relación con Dios y darle el tiempo para escucharlo solo a Él. Cualquier joven que busque llenarse de amor y seguir descubriendo la eternidad de esta fuente que se vuelve un verdadero y lindo misterio al cual estamos llamados a vivir sin frenos” (Informativo Nº18 CSA).