Marzo 11, 2025 Destacado Noticias Patagonia

Misiones familiares en Aysén

Durante este verano se realizaron por primera vez misiones familiares en el litoral norte de la Región de Aysén,
en tres lugares recónditos: Melimoyu, Puerto Gala y Puerto Gaviota.

Melimoyu

Comunidad en un ambiente de eclesialidad
A Melimoyu llegaron los Grohnert-Searle, Consuelo (B04) y Alejandro (B99), oblatos, con sus hijos Alejandro, José, Inés y Miguel. Alejandro nos cuenta: “partimos desde el lago Caburga una tarde de lluvia, en dirección a Puerto Montt, subimos al avión, con los Gazmuri Quiroga, y partimos a Balmaceda. En Balmaceda fuimos recogidos por un transporte organizado por el obispo Luis, con Manuel José Echenique, y partimos a Coyhaique, donde almorzamos y pasamos la tarde. Iniciamos el viaje a Puerto Cisnes con el obispo Luis, que nos acompañó desde Coyhaique en su camioneta. Tipo 11:00 pm estábamos en Puerto Cisnes, oscuro y garugando. Esperamos con el Obispo hasta las 1:30 de la mañana, cuando llegó la barcaza. Cargamos todo, maletas, cajas de comida, niños, guagua con coche, etc, Al aclarar, llegamos a Puerto Gala. Quedamos impresionados por el paisaje, la isla, las casas colgando, las pasarelas, la gente llegando con sus maletas, sacos y cajas. Fue un descargue realmente novelesco. Ahí quedaron los Gazmuri Quiroga y los Fernández Vial.
En el desembarco en Melimoyu, Bárbara Salgado, encargada de la capilla, con su marido, Adolfo Rojo, nos fueron a buscar. Cariñosamente nos dejaron en la sede vecinal, nos presentaron a una joven, Amelia, que también estaba viviendo ahí y que nos acompañaría durante la experiencia.
Fuimos armando el horario con una mañana más bien de trabajo, principalmente enfocada en la sede, en el orden, en el aseo y en el entorno. Después, ese trabajo se fue transformando en algunos arreglos de la capilla.
Para las actividades de la tarde invitamos al que quisiera sumarse; por ejemplo, en la mañana le decíamos a los niños que en la tarde íbamos a ir a pescar al muelle, y ellos, naturalmente invitaban a los otros niños, que tenían que pedir permiso, entonces nos teníamos que presentar con los papás y fuimos conociendo a sus familias. También, con el trabajo, pedimos herramientas, materiales o preguntamos, y fuimos conociendo a la gente en el contexto de un quehacer, de un trabajo.
Recibimos la visita de Manuel José y el obispo Luis, lo que fue muy importante, porque celebramos una misa muy especial, conectada con el tema de la naturaleza y la comunidad, en un ambiente de eclesialidad tremendo, aunque humilde, y después conversamos largo sobre cosas de la región.
Para nosotros, como familia, fue muy bueno el ritmo de oración, la actitud de acogida y también la celebración del oficio en la capilla: Laudes y Vísperas, tratando de hacerlo lo más formal posible con los niños. A esas oraciones se nos fueron sumando los niños del pueblo, que les gustó cómo cantamos y les gustó estar en silencio. Ellos les contaron a sus papás sobre nuestras oraciones, y fue muy bueno.
También hicimos un taller de lectio al final…. ¡Que alegría ser testigo de la vida que se genera al aceptar la Palabra en la oración!
Para nosotros, como familia, ha sido importante ver que nuestros hijos tienen grandes capacidades en la tutoría, la invitación y la amistad. De hecho, a Miguel, nuestro hijo menor, le tocó hacer improvisadamente una acción de gracias en misa. Agradeció primero por los amigos que había hecho en Melimoyu, segundo por la belleza del lugar y tercero por el amor de la familia”.

Puerto Gala

Gracias Señor por recordarme que tú estás en el control
Dos familias, compuestas por Catalina Quiroga (A09) y Álvaro Gazmuri (B01), promesado, con sus hijos Ignacio, Clara y Juan Pablo, junto a Paz Vial y Juan Pablo Fernández, estuvieron en Puerto Gala.
Nos cuenta Álvaro que, luego de un largo viaje de 24 horas para llegar a los lugares, “llegamos a una comunidad de alrededor de ochenta a cien personas, un pueblo que vive en un 85% de la pesca y un 15% de turismo. Nos instalamos en la Escuela, al lado de una capilla fundada por el padre Antonio Ronchi, al igual que Puerto Gala y muchos otros lugares, fundados por él. Nos instalamos e hicimos lo que todos nosotros sabemos hacer, vivir nuestro carisma, constituirnos como comunidad, levantar un coro, una mayordomía, una vida comunitaria y horarios de misión, además de un elemento, al menos para nosotros muy nuevo: las misiones con niños. Desafiante, descansada, sencilla en sus frutos y con algunas dificultades, pero llena de la acción del Espíritu Santo, manifestada en acciones misioneras de los niños que se tomaron la misión muy a pecho: “¿Señora, le gustaría hacer una oración?” o “Hola, somos misioneros católicos”.
Como comunidad de misioneros de Gala, queremos agradecerle a Dios por la gracia experimentada durante estas misiones:
– Gracias Señor por hacerme testigo de tu providencia, manifestada especialmente en el lugar, las personas y la comida; haciéndome entender que Tú estás a cargo y sabes cuándo germinará la semilla.
– Gracias por la naturaleza y los paisajes maravillosos de Gala y la Patagonia chilena. Por haber conocido a personas tan especiales, que nos recibieron con tanto amor y generosidad, y por tener una comunidad que me ayuda a mantenerme cerca de Dios, que me recuerda su amor, y que me saca del individualismo.
– Gracias por los encuentros con las personas, por compartir la sencillez de su mensaje, por los paisajes majestuosos, por las ballenas, los pescados, por vivir esto como familia y con los niños. Gracias Señor por recordarme que tú estás en el control.
– Gracias Señor por elegirme para allanar tu camino en Gala, porque quieres habitar esta comunidad aún con más fuerza, amor y poder.
– Gracias por proveernos de todo lo necesario, las donaciones generosas, las personas que nos acogieron, los pescados que nos regalaron, las lluvias pronosticadas que nunca llegaron”.

Puerto Gaviota

Confiar permanentemente en la Providencia
Jaime Lira (B92) y María José Ortúzar, oblatos, con su hija, Dominga, junto a Nicolás Pino (L05) y Romina Leiva (L05), con sus hijos Alonso y Trinidad, fueron las dos familias que estuvieron en Puerto Gaviota.
Jaime nos cuenta: “Llegamos el lunes 27 a las diez de las noche, luego de seis horas de barcaza, tres de bus y cinco de vuelo. Conocimos y conversamos con las personas claves: la encargada de la comunidad cristiana, la presidenta de la Junta de Vecinos, entre otros, y con algunas personas que llevaban mucho tiempo acá; incluso algunos que conocieron personalmente al padre Ronchi, un sacerdote muy importante para lograr el asentamiento de este lugar.
Evidentemente la pesca rige los tiempos y la cultura en general. Al ser ésta la actividad que manda, nos fue difícil planificar actividades y encontrarnos con la gente, ya que la pesca depende del clima y el clima no se puede predecir con mucha anticipación.
Tuvimos una vida comunitaria estable, ajustándonos a los tiempos y necesidades de los niños, en las horas del Oficio, la lectio y las comidas. Hicimos paseos en lancha con don Antonio, un hombre muy cercano a nosotros durante estos días, y a la bocatoma del rio que alimenta la bahía. Nuestros niños se incorporaron a las horas del oficio y les hicimos actividades de tutoría. Fueron un aporte a la misión en cuanto a conocer gente y preguntarles sus nombres. Hicimos lectio guiada y una celebración de la Palabra el domingo para toda la comunidad, que fue la liturgia más fuerte de nuestra estadía, a las que llegaron algunas personas.
Es un pueblo que ha sufrido mucho: los problemas de transporte, la dureza de la vida, algunas muertes de jóvenes, además el alcohol, que ha entrado bastante fuerte. Sin embargo, se ve en las personas una sed de trascendencia fuerte.
Hemos visto una “fe del pescador” en lo cotidiano y con mucha conciencia de que nada está en sus manos. Fue un aprendizaje fuerte para nosotros, porque el mar es tan evidentemente impredecible, tanto para la pesca como para el transporte, que no queda otra que confiar permanentemente en la Providencia”.