La región de Aysén siempre se ha caracterizado por la presencia de grandes rebaños de ovejas, las que han hecho al “cordero al palo” y las prendas de lana elementos típicos de la cultura local. Si bien es cierto que en la actualidad los rebaños son más pequeños y cada vez menos gente se dedica a la tarea ganadera, las ovejas continúan siendo una postal aysenina, y la lana sigue siendo un sostén económico para muchas familias, fuente de tradición, trabajo comunitario y artesanías.
¿Cómo pasamos de la lana en la oveja -sucia y llena de pimpinelas- a un chaleco, una frazada o una manta? Aquí les contamos un poco acerca del proceso:
Llegada la primavera, y una vez que las escarchas y nieves han quedado atrás, se comienza la faena de la esquila, donde los ovejeros juntan sus rebaños en los corrales y van cortando la lana de cada una de sus ovejas y acumulándola en grandes bolsones. Antiguamente, dada a la cantidad de animales, este trabajo reunía a amigos y familiares dispuestos a ayudar con la labor, la que además duraba varias jornadas. Hoy, al ser los rebaños más chicos, la tarea se realiza más rápido y sin necesidad de muchas personas.
Luego viene el lavado, que debe hacerse primero con agua fría y jabón para eliminar la tierra, y luego con agua caliente para remover todos los restos de suciedad y grasa. Una vez lavada, la lana se pone a secar al aire libre.
El siguiente paso es escarmenar, que significa ir abriendo los vellones y ordenando las fibras en una misma dirección. Terminado este proceso comienza el hilado, tarea de mucha destreza y que conlleva una tradición heredada de muchas generaciones. Con las manos, se toma una parte de las fibras previamente escarmenadas y se tuercen hasta formar un cordón tosco, cuyo extremo se amarra a un huso[1]. Esta herramienta gira en el suelo permitiendo torser las fibras de manera más rápida y pareja. El cordón ya hilado se va enrollando en el huso, una vez que está lleno, la lana se saca para formar un ovillo o madeja.
Terminado todo este proceso, la lana está lista para ser usada, a palillo o telar, en la confección de prendas de vestir y abrigo, ya sea en sus tonos naturales o teñida.
[1] Objeto que sirve para hilar fibras textiles. En su forma más simple es un trozo de madera largo y redondeado, que se aguza en sus extremos y que en uno de ellos, normalmente el inferior, lleva una pieza redonda de contrapeso y tope, llamada malacate, nuez, tortera o volante, y, en textos arqueológicos, fusayola (https://es.wikipedia.org/wiki/Huso).