Marzo 5, 2025 Patagonia

Misiones Chelenko 2025

“¡ACLAMAD, CIELOS; EXULTA, TIERRA! QUE LOS MONTES LO CELEBREN CON ALEGRÍA” (Is 49, 13)

Durante este verano se realizaron nuevamente las Misiones Chelenko, donde 22 jóvenes vivieron una experiencia profundamente transformadora, comunitaria, de oración y amistad en Mallín Grande y Puerto Guadal. El paso de Dios por estas Misiones fue impresionante, y lo atestigua cada uno de los 22 misioneros con su testimonio de anuncio que han podido compartir. Durante diez días los jóvenes vivieron una experiencia manquehuina de discípulos-misioneros, donde profundizaron en la amistad espiritual, la oración, la esperanza y el encuentro con las personas a través del Evangelio.

Bendición en los campos, Palabra de Dios en la radio, silencio que mueve a escuchar, tinajas llenas de amor, Peregrinos de Esperanza, almas con sed de Ti, Bautismo que resucita y Jesús visitando las casas son sólo algunas de las revelaciones de Dios en estas Misiones Chelenko 2025.

Martina Simonet (B23): “Mi experiencia en Chelenko fue volver a sentir lo que me produjeron mis primeras misiones: un sentimiento de pertenecer a una comunidad de tan diversas personas, pero que se unen en una misma misión, y sentir que lo que estoy haciendo va a dar frutos en un lugar tan remoto como Puerto Guadal. Me sorprendió la amabilidad de la gente, tanto que contar y, que sin pensar, te abren sus puertas ofreciéndote un mate o un pancito recién hecho. Hice amistades que son más allá de conocernos en lo superficial, que sé que perdurarán por mucho tiempo más. Para mí, sin duda, fue y será una vivencia que perdurará en mis recuerdos para siempre.

Francisca Sanhueza (L22): “Pablo, siervo de Cristo Jesús y apóstol por vocación, escogido para el evangelio de Dios” (Rm 1, 1). Las misiones Chelenko vividas en el verano, específicamente en el pueblo de Mallín Grande, fueron para mí un completo regalo de Dios. En primer lugar, me hizo demasiado sentido la misión que estábamos llevando a cabo en un pueblo tan árido, donde lo que más se ve en las calles son gallinas porque hay muy poca gente. Cada día era un caminar y caminar hacia los campos para llevar la bendición a cada hogar, con lluvia y millones de dificultades, pero con una inmensa alegría entre cada monte que me rodeaba, junto a una comunidad perfectamente pensada por Dios. Durante estas misiones, me llegó especialmente la fiesta de la Conversión de Pablo. Cómo él fue un elegido de Dios, siendo un pecador; cómo vivió el camino preparado, porque Dios estaba haciendo algo con él. Me vi reflejada en Pablo, en cómo me es imposible negarme a la voluntad de Dios y en que siempre Él hará brotar para mí agua de la roca más dura (cf Dt 8, 15), porque soy pensada, elegida y amada por Jesucristo. De estas misiones me quedo con la conversión, el amor y el anuncio del Evangelio”.

Cristóbal Varas (A21): Son pocas palabras para una experiencia de mucho amor. Este grupo me ha formado en un espacio de lectio, oración y misión. La comunidad interna de misioneros, donde Cristo se veía cada vez más, y la comunidad externa de Guadal nos terminaron misionando más a nosotros que nosotros a ellos. Llevo esta experiencia en mi corazón y en mi alma.

Carolina Peralta (A24):  “Nosotros amamos porque Él nos amó primero. Si alguno dice: «Yo amo a Dios» y a la vez odia a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve” (1 Jn 4, 19-20). Estas misiones Chelenko han dejado una huella imborrable en mí y me han enseñado a amar al prójimo casi tanto como Dios lo hizo. La misión, en ese sentido, para mí fue el corazón de esta experiencia, ya que me obligó a salir de mí misma para poder escuchar al otro y así ver que tenemos mucho que entregarle a las personas, pero al mismo tiempo la misión nos da un regalo a nosotros. Aprendí mucho de esa cultura donde el silencio es cómodo y no es necesario rellenarlo, ya que en sí tiene un sonido, si me animo a escucharlo. También aprendí que el mate y cosas tan triviales como un ‘gracias’ o el pasar la comida toman un sentido especial de conexión con los demás desde un servicio a veces muy simple y que suele pasar desapercibido. Esta experiencia también me enseñó que la comunidad es fundamental para poder irradiar o siquiera compartir el amor de Dios. Algo que tuve muy presente fue la caridad, cosa que me cuesta bastante y casi se me había olvidado. Y para resguardar esta comunidad, la caridad fue mi ancla, ya que a veces pierdo el rumbo y se me olvida a qué realmente voy: a aprender a amar y a servir desde el corazón. También esta experiencia me llamó a ser honesta conmigo misma y con mi fe, porque Dios me conoce completa, tal y como soy, y aun así decide amarme, por lo que no necesito esa máscara que a veces me pongo por miedo. “Ya podría yo tener el don de la profecía y conocer todos los misterios y toda la ciencia, o poseer una fe capaz de trasladar montañas; si no tengo caridad, nada soy” (1 Co 13, 2).